Factores ambientales que influyen en la salud y el crecimiento de los árboles

Publicado en: marzo 8, 2024 Modificado el: 29 abril 2024

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Los factores ambientales revisten especial importancia, ya que su acción influye directamente en el crecimiento y desarrollo de los árboles.

Viento, nieve y hielo

Ráfagas de viento y derribos

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La acción del fuerte viento puede tener efectos negativos tanto en las masas forestales como en los árboles aislados. Puede producirse la rotura de hojas, brotes, ramas, partes de la copa o troncos, o el arranque de todo el árbol. El fenómeno puede tener el carácter de una tormenta, ciclón, huracán, tifón o tornado, y puede provocar grandes ráfagas de viento o enormes derribos por el viento.

La intensidad de los daños difiere en función de varias características bióticas y abióticas, como la especie arbórea, la intensidad del viento, los distintos aspectos meteorológicos, las características dimensionales y mecánicas de los árboles y las masas, otros factores ambientales, etc.

Daños por nieve y hielo

La acción de la nieve puede causar daños en las copas, la rotura de ramas o tallos, la flexión de árboles delgados o incluso su desarraigo. A gran altitud, con una capa de nieve consistente, puede producirse el fenómeno de avalancha, que causa importantes daños a la vegetación.

Por lo general, los daños más importantes causados por la nieve se producen en primavera. Los más susceptibles son los rodales jóvenes de coníferas y aquellos en los que las intervenciones silvícolas específicas (limpieza, aclareo) no se realizaron a tiempo. En este caso, los árboles son esbeltos (el número de árboles por hectárea es grande, los diámetros pequeños y las alturas elevadas) y propensos a doblarse, romperse y arrancarse.

Efectos negativos de los daños causados por el viento, la nieve y el hielo:
  • punto de vista económico: pérdidas y devaluación cualitativa del material leñoso;
  • desde el punto de vista ecológico: brotes de plagas, alteraciones del ecosistema, daños temporales a la biodiversidad, etc ;
  • desde el punto de vista social: deterioro de los valores estéticos del paisaje, pérdida del efecto recreativo, etc.
Prevención:
  • evitar la plantación de masas forestales puras (especialmente de abeto);
  • fomento de rodales mixtos (coníferas y especies caducifolias);
  • evitar la introducción de especies arbóreas fuera de su hábitat natural;
  • elegir especies resistentes a las caídas y roturas (para la regeneración artificial);
  • extracción de árboles secos, rotos, caídos o infestados;
  • adaptar las intervenciones silvícolas a las condiciones y factores ambientales existentes y al grado de amenaza de las masas;
  • realizar a tiempo las intervenciones silvícolas específicas (limpieza-restauración, clareo, cortas de salvamento, cuidado de los bordes del bosque, etc.).

Incendios forestales

Los incendios forestales pueden iniciarse de forma natural o ser generados por acciones humanas voluntarias o involuntarias. En todo el mundo arden anualmente millones de hectáreas de vegetación. Muchos factores ambientales influyen en la aparición, escala y expansión de los incendios forestales: el clima, la presencia de vientos cálidos, las especies arbóreas cultivadas, las intervenciones forestales aplicadas y otros aspectos.

Clasificación de incendios forestales
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Incendios de tierra y subterráneos: cuando arden el humus, la turba, el carbón vegetal y los residuos vegetales oleaginosos, avanzando a un máximo de 1 km/h.

Incendios de superficie: cuando arden líquenes, musgos, hojas, hierbas, arbustos, plántulas y la corteza de los árboles, avanzando a una velocidad máxima de 2-3 km/h. 2-3 km/h.

Incendios de copas: la hojarasca, los troncos y las copas arden simultáneamente, afectando por completo a los árboles y avanzando a 5 km/h o más.

Normalmente, el tronco, las ramas y las hojas (acículas) de las coníferas arden mejor que los de las especies caducifolias. Por otra parte, la hojarasca densa y compactada formada por las agujas de las coníferas arde con más fuerza que la compuesta por los residuos de las especies caducifolias.

Prevención:
  • fomento de rodales mixtos (coníferas y especies caducifolias);
  • limitar la penetración del viento en el bosque (plantando especies arbustivas en los límites del bosque);
  • creación de franjas de seguridad contra incendios forestales (sin vegetación);
  • mantener una densidad de rodal óptima realizando a tiempo las intervenciones silvícolas específicas;
  • adaptar las intervenciones silvícolas a las condiciones y factores ambientales existentes;
  • extracción de árboles secos, rotos, caídos o infestados.

Déficit o exceso de humedad

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La humedad del suelo y de la atmósfera es esencial para la supervivencia de árboles y arbustos. La humedad óptima para cada especie es diferente. Algunas especies arbóreas requieren pequeñas cantidades de agua, mientras que otras crecen bien en condiciones de humedad alta o muy alta.

La falta de humedad impide la germinación de las semillas y provoca la desecación de las semillas germinadas, los plantones y las plántulas. El crecimiento de árboles y arbustos se ralentiza o se bloquea, y su copa se seca. Si la situación persiste, las plantas afectadas pueden secarse.

El exceso de humedad en el suelo provoca asfixia y pudrición de las raíces. Se favorece la aparición y propagación de patógenos del suelo. Algunas especies, como el ciprés calvo, los alisos, los sauces, el fresno americano y otras, son resistentes a la humedad elevada o incluso al agua estancada. Periódicamente, para prevenir el desarrollo de patógenos del suelo, se pueden realizar tratamientos con fungicidas biológicos a base de microorganismos.

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Prevención del déficit hídrico en los viveros:

Prevención del exceso de agua en los viveros:

  • evitar la plantación en zonas secas, sobre todo de especies sensibles a la falta de humedad (alerce, pino, abeto, arce, haya, etc.);
  • realizar el arado de otoño;
  • aflojando periódicamente la tierra;
  • rompiendo la costra del suelo;
  • acolchado del suelo;
  • control de malas hierbas;
  • riego.
  • evitar plantar en zonas con mucha humedad especies sensibles al exceso de humedad;
  • elegir terrenos en terrazas para los viveros;
  • garantizar un buen drenaje del suelo;
  • rompiendo la costra del suelo;
  • crear un sistema de zanjas de recogida de agua.

Falta o exceso de luz

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La luz es un factor ambiental clave, esencial para el desarrollo de cada proceso en la vida de los árboles y los bosques. La luz insuficiente bloquea el desarrollo de las hojas, provoca un alargamiento anormal de los brotes y, finalmente, la muerte de las plantas.

El efecto negativo del exceso de luz se produce en el caso de los árboles que crecen en condiciones de sombra y que se exponen repentinamente a la luz solar directa. Las especies tolerantes a la sombra (por ejemplo, hayas, abetos, tejos, etc.) se suelen sombrear en los viveros, tras lo cual se exponen gradualmente a la luz antes de proceder a la plantación.

Temperaturas extremas

La temperatura media es un factor ambiental característico, que se tiene en cuenta cuando se establece la composición de especies forestales para una zona de regeneración. Sin embargo, las temperaturas extremas son los factores limitantes. Éstas pueden afectar a algunas especies arbóreas y arbustivas, en función de su adaptabilidad y resistencia. Algunas especies de pino, por ejemplo, soportan condiciones de -60℃, mientras que otras especies tropicales pueden resistir temperaturas superiores a 40℃.

Las temperaturas extremas pueden causar:
  • Daños causados por el calor en plántulas y plantas jóvenes;
  • Quemadura de hojas, brotes o corteza;
  • Daños causados por las heladas en las puntas de las plántulas no lignificadas (heladas tempranas – otoño);
  • Secado de plantones de coníferas (heladas en el suelo sin nieve);
  • Daños por heladas en brotes, hojas, flores y frutos (heladas tardías – primavera);
  • Daños por heladas en las agujas de la madera de coníferas (heladas secas);
  • Agrietamiento del tallo (helada seca);
  • Daños causados a las plántulas por la alternancia helada-deshielo.
Prevención en viveros:
  • Daños causados por altas temperaturas:
    1. colocación de viveros en laderas sombrías;
    2. sembrar las semillas a principios de primavera.
  • Daños causados por heladas:
    1. evitar la colocación de viveros en valles profundos;
    2. elegir especies adaptadas a las bajas temperaturas;
    3. cubrir los plantones para las frías noches de otoño y primavera.

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Contaminación

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Los árboles responden a la contaminación del aire, el suelo y el agua ralentizando o deteniendo los procesos fisiológicos y reduciendo el crecimiento anual. En algunos casos, los árboles se debilitan o incluso se secan. Además, debido al estrés causado por la contaminación, los árboles se vuelven propensos a sufrir daños causados por plagas, patógenos, viento, fuego u otros factores ambientales.

El dióxido de azufre de la atmósfera suele provocar que las hojas se sequen y se caigan. Al mismo tiempo, estimula la aparición y propagación del oídio.

Las partículas de polvo y el polvo industrial depositados en las hojas ralentizan o bloquean los procesos fisiológicos de los árboles. Las suspensiones sólidas depositadas pueden cementarse, disminuyendo así (por peso adicional) la resistencia y la estabilidad mecánica de los árboles.

La lluvia ácida, con efectos nocivos para la vegetación, se basa en grandes cantidades de óxidos de nitrógeno y óxidos de azufre en la atmósfera. El suelo y el agua se acidifican debido a la lluvia ácida, provocando la muerte de las raíces finas.

Otros contaminantes que provocan la pérdida de vigor de los árboles son el ozono, el oxígeno líquido, los óxidos y los sulfatos, entre otros.

Prevención:
  • evitar plantar especies sensibles a la contaminación en las zonas expuestas;
  • aplicación de tratamientos específicos para normalizar la acidez del suelo;
  • neutralización y depuración de contaminantes;
  • interrupción de las emisiones de gases en la medida de lo posible.
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