El avellano común o avellano europeo (Corylus avellana) es un arbusto frutal que crece espontáneamente en el borde de los bosques caducifolios, extendiéndose sobre todo en las colinas. Las avellanas (los frutos) son una fuente importante de vitaminas, minerales y grasas. Su consumo debe ser moderado, dado su elevado aporte calórico.

Características botánicas

El sistema radicular está bien desarrollado lateralmente. En los primeros años tras la plantación, las raíces crecen lentamente y no penetran profundamente en el suelo. Las raíces del avellano pueden formar asociaciones simbióticas con hongos micorrícicos, favoreciendo así la absorción de agua y minerales. El avellano puede alcanzar los 3-5 m de altura, tiene una copa globosa y gruesa, formada por 15-20 ramas, que parten del nivel del suelo.

Es una planta monoica unisexual que forma inflorescencias masculinas y femeninas en la misma planta. Los machos se agrupan en pequeñas inflorescencias, llamadas amentos. Cada amento tiene entre 130 y 160 flores. Las flores femeninas se sitúan en la parte superior de las ramas y también están agrupadas (cada inflorescencia contiene de 6 a 8 flores). El fruto es un aquenio monocárpico con una semilla comestible, llamada avellana.

Requisitos medioambientales

El avellano tiene requisitos de baja temperatura, siendo bastante resistente a las heladas. En la fase del período de latencia, resiste temperaturas de hasta -30 ℃. Aun así, las flores pueden verse afectadas por temperaturas inferiores a -5 ℃, sobre todo teniendo en cuenta que el avellano florece entre enero y marzo. La resistencia a las heladas disminuye con la hinchazón de los brotes, que puede verse afectada por temperaturas de -10 ℃.

El arbusto tiene altas demandas de luz y la producción está directamente influenciada por las distancias de plantación, la exposición y la forma de la corona. La fructificación es débil en las partes sombreadas de la copa. El avellano crece bien en zonas con 700-1000 mm/año de precipitaciones. Si el agua de precipitación no es suficiente, es necesario el riego. El arbusto aprovecha bien los suelos fértiles, aluviales o medianamente fértiles. No tolera el estancamiento de agua en el suelo, que provoca la asfixia de las raíces. No se recomiendan los suelos con aguas subterráneas a menos de 1,5-2 m de profundidad. Además, el contenido de piedra caliza activa no debe ser superior al 10-12%.

Preparación del suelo

Para el cultivo del avellano se pueden elegir terrenos llanos y terrenos con pendientes, siempre que estén bien expuestos a la luz solar directa. El avellano crece en todas las zonas geográficas, pero los mejores resultados se obtienen en las zonas montañosas. La polinización del avellano es anemófila, por lo que las hileras se colocarán en la dirección del viento predominante. El arbusto no es exigente con el cultivo anterior. Si el terreno ha estado ocupado por especies frutales, se recomienda dejar reposar el suelo durante 3-4 años. Durante este tiempo, se pueden cultivar especies leguminosas perennes, o gramíneas.

El terreno debe organizarse de modo que las labores de cuidado puedan realizarse con la mayor facilidad posible.

Al preparar el terreno para el cultivo del avellano, en primer lugar se eliminan las plantas y los restos vegetales de la parcela. Si el suelo está muy infestado de malas hierbas, se pueden aplicar herbicidas no selectivos. A continuación se nivela la tierra, si es necesario, teniendo en cuenta la pendiente del terreno.

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Inmediatamente después de la liberación del suelo, se recomienda escarificar el suelo a una profundidad de 60 cm, con el fin de descomprimir las capas profundas del suelo. Si no hay posibilidad de realizar la escarificación, se realiza un arado profundo, a 30-35 cm, seguido de un disking.

La fertilización básica se realiza con 400-500 kg de abono complejo NPK, en función del estado del suministro del suelo, (determinado tras un análisis del suelo). Los fertilizantes orgánicos pueden administrarse en el hoyo de plantación (15-20 kg/hoyo).

Plantación

El período óptimo de plantación es el otoño, ya que el período de latencia es favorable para el enraizamiento. Las raíces del avellano se deshidratan fácilmente, por lo que, si el material de plantación se transporta a larga distancia, se protegen las raíces para mantener la turgencia. Antes de plantarlas, las raíces se rehidratan en un recipiente con agua. Se les da forma y se eliminan las secas o dañadas. Para que la plantación tenga éxito, las plantas deben introducirse con las raíces en un barro de consistencia de crema agria, formado por tierra amarilla, estiércol de ganado y agua.

2-3 días antes de la plantación, se pica el terreno y se hacen los hoyos de plantación (60x60x60 cm). Las distancias de plantación recomendadas son de 6 m entre hileras y de 3-4 m entre plantas en hileras. Para favorecer la polinización, se recomienda plantar 2-3 variedades de avellano en la parcela. Si no se ha realizado la escarificación, el tamaño de los hoyos debe ser mayor. Para conseguir el mejor contacto posible entre la tierra y las raíces, se debe compactar la tierra alrededor del arbusto. A continuación, se riega cada arbusto con 10-15 l de agua. El riego debe repetirse 5-6 veces en el primer año tras la plantación. Para evitar las pérdidas causadas por los roedores, los tallos se cubren con materiales protectores especiales, diseñados para este fin. NO debe utilizarse papel de polietileno para envolver los tallos durante el invierno.

Trabajos de mantenimiento

La poda es uno de los trabajos de mantenimiento más importantes. En el caso de las plantaciones intensivas, ya no se utiliza el avellano en forma de arbusto, sino la formación de avellanos con un solo tallo y una sola copa. Así, en los primeros años, se hacen recortes para formar un tallo de unos 80 cm de altura y una copa en forma de jarrón abierto. Los esquejes se realizan en el período de latencia. El avellano forma chupones de raíz en la base del tronco, y éstos se eliminan para que el árbol no destine recursos a su crecimiento y desarrollo.

Una vez que el avellano ha alcanzado su máxima capacidad de producción (tras 6 años desde la plantación), los esquejes tendrán como objetivo estimular la producción de frutos. Con el crecimiento y desarrollo de las plantas, el crecimiento anual se reduce y el arbusto forma pequeñas nueces. Por esta razón, a partir del 8º año, se puede aplicar la poda a las ramas fructíferas. Dado que la producción se ve afectada, estos cortes se programan para varios años, realizándose sólo en un tercio de las plantas cada año. Las heridas mayores de 4-5 cm se cubrirán con masilla.

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El intervalo entre hileras puede trabajarse hasta una profundidad de 10-12 cm o pueden aplicarse herbicidas. El avellano también se cultiva con hierbas perennes, que se siegan periódicamente y se utilizan como mantillo. La capa de mantillo mantiene un buen estado fitosanitario, impide el desarrollo de malas hierbas, mantiene la humedad del suelo y reduce el número de labores de mantenimiento.

Riego

El sistema radicular del avellano no penetra profundamente, encontrándose la mayor parte de las raíces a una profundidad de 50-60 cm. Por ello, el arbusto puede verse afectado por la sequía. En las zonas donde las precipitaciones anuales son inferiores a 700 mm, es obligatorio aplicar el riego. El riego se realiza según las necesidades, con normas de 400-500 metros cúbicos/ha en cada ocasión. Puede utilizarse con éxito el sistema de riego por goteo.

Fertilización

Es necesaria una fertilización adicional para que el arbusto alcance su potencial de producción. La fertilización orgánica es muy importante, debido a que las raíces del avellano forman micorrizas. Las simbiosis se ven favorecidas por los suelos sueltos, ricos en materia orgánica. Se recomienda aplicar 20-30 t/ha de estiércol una vez cada 3 años. La fertilización química se realiza anualmente, con 100-120 kg/ha de N, 100-200 kg/ha de P y 100-120 kg/ha de K. El fósforo y el potasio se administran en otoño y se incorporan al suelo, mientras que el nitrógeno se administra a principios de primavera. En el caso de las plantaciones jóvenes de avellano, los fertilizantes se aplican localmente, a lo largo de las hileras.

Los fertilizantes hidrosolubles se administran con frecuencia mediante sistemas de riego por goteo.

Los fertilizantes foliares pueden aplicarse en función de las necesidades de la planta y de las condiciones ambientales.

Para ayudar a las plantas a superar los períodos de estrés, puede realizarse una fertilización foliar y radicular con abonos específicos. Pueden aplicarse activadores radiculares para mejorar la estructura del suelo y la absorción de las raíces.

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La salud del avellano es muy importante, sobre todo en el caso de las plantaciones comerciales, para obtener altos rendimientos. Por ello, hay que prestar especial atención a la detección precoz de enfermedades o ataques de plagas. Aunque en la naturaleza los arbustos de avellanos se ven raramente afectados, en las plantaciones pueden encontrarse algunas enfermedades: el tizón de la avellana, el tizón de la flor del fruto, el oídio, la antracnosis u otras. Entre las plagas, cabe citar los pulgones, los gorgojos de la nuez, los ácaros y otros.

Para reducir la incidencia de enfermedades y plagas, se recomienda recoger y quemar los restos vegetales y las hojas caídas en otoño. Estos materiales también pueden compostarse, siendo un buen método para aprovechar los residuos orgánicos. Los tratamientos específicos de control de plagas se recomienda aplicarlos en el período de latencia, pero no sólo.

Cosecha de avellanas

La recolección se realiza cuando los frutos han alcanzado la plena madurez. Este momento viene señalado por el color chocolate-rojizo de los frutos. Además, la capa entre la cáscara y la semilla está seca, el corazón es dulce y el fruto se desprende fácilmente del involucro de soporte. La recolección puede hacerse sacudiendo el arbusto y recogiendo los frutos o recogiéndolos a mano. Si las avellanas se han recogido con el involucro, éste se retirará inmediatamente después de la recolección. Para que se conserven en condiciones óptimas, los frutos deben secarse en capas finas durante 4-6 días. Si las avellanas se han secado correctamente, pueden almacenarse durante 1 año en locales bien ventilados.